Historia de la Semana Santa de Urrea de Gaén

A pesar de no existir documentación sobre el origen de la Semana Santa en Urrea de Gaén, tal y como ha llegado hasta la actualidad la tradición, se podría afirmar que su inicio está en la Orden Franciscana, que promovió la creación de los calvarios para la práctica del Vía Crucis. 

La construcción del Calvario de Urrea de Gaén se realizó a finales del siglo XIX, y existen datos que confirman que, alrededor del año 1885, algunos vecinos del pueblo comenzaron a tocar el tambor en Semana Santa.

Evolución de la semana santa en el siglo xx

La Semana Santa urreana ha ido evolucionando a lo largo de la historia hasta la que conocemos actualmente. A lo largo del siglo XX podemos distinguir dos etapas separadas por la Guerra Civil española:

Primera Etapa (1885-1936)

A principios de siglo las celebraciones eran austeras y con poca participación de los tambores. Hay constancia de que ya se “rompía la hora”, aunque no era a las doce de la noche, sino a las dos de la madrugada del Viernes Santo en la Plaza de la Muela.

También se hacía la procesión de “Los despertadores” a las cuatro de la mañana y “El Santo Entierro” al atardecer. Posteriormente, en los años veinte, aparecieron los alabarderos (soldados romanos), que hacían guardias en el Monumento.

Segunda Etapa (de 1936 hasta nuestros días)

Con los sucesos de 1936 desapareció la agrupación de los alabarderos, recuperándose en 1952. En el año 1976 se formó un grupo de cornetas, que pasaron a formar parte de dicha agrupación, junto con los lanceros y sus tambores.

También las imágenes, peanas y monumentos se destruyeron durante la Guerra Civil, recuperándose posteriormente de forma progresiva hasta llegar a las siete peanas actuales que desfilan en las procesiones de la Semana Santa urreana.

En los años setenta las mujeres se incorporaron a tocar el tambor y el bombo. Poco a poco su participación fue en aumento, hasta alcanzar actualmente una proporción similar a la masculina.

Organización de las Procesiones en urrea

En cada procesión participan alrededor de 350 tambores y 180 bombos, cifra muy elevada para una localidad cuya población está entorno a los 600 habitantes.

La procesión va encabezada por un estandarte que porta uno de los franciscanos. A continuación, le siguen tres filas (dos de tambores y la central de bombos), todos con túnica negra.